miércoles, 5 de enero de 2022

LA CENA DE MARÍA


-       Qué, María, ¿cuántos os juntáis esta noche?

-    ¡Uy, qué va!, con esto del covid hemos decidido que mejor cada uno en su casa. Que ya habrá tiempo para vernos y pasarlo bien.

-       Pues habéis hecho muy bien claro que sí. Que lo primero es la salud.

-    Y que lo digas. Anda, ponme también una tableta de turrón de chocolate. No pasa nada porque una Nochebuena estemos cada uno solos en nuestra casita.

-       Eso es, tranquilitos, sin tanto follón de comidas, de regalos y todo eso.

María salió de la tienda al tiempo que empezaba a chispear. “Tenía que haber cogido el paraguas”, pensó para sí. 

Entró en el portal poco iluminado y subió hasta la segunda planta. “Menos mal que al final no vienen a cenar. No sé qué les habría preparado. Ya no tengo ni maña para cocinar ni ganas de jaleos en casa. Claro que mis hijos me dicen que no me preocupe, que ellos lo traen todo. Pero qué va. Cómo van a juntarse todos en mi casa sin que yo cocine”. 

Entrar en su casa y saber, oír, oler, que no había nadie en ella, todavía le producía un ligero pinchazo de angustia en la garganta. 

Antes sí que era todo un acontecimiento la cena de Nochebuena. Germán y ella lo preparaban todo al detalle y con mucho mimo. Diseñaban juntos la lista de la compra para el menú, que siempre era el mismo: ensalada de ahumados de primero y asado de cordero de segundo. Compraban la bebida, los turrones, ... “Regalos no, que somos muchos y además les ponemos en el compromiso de traernos algo”. 

Colocó los dos paquetes de comida que había comprado en la vieja nevera que nunca se había estropeado desde que se casaron, y el turrón encima de la mesa, y se puso ropa cómoda para estar en casa. Ya no saldría de casa hasta el día siguiente. 

Esa tarde solían preparar la mesa del comedor, la de las grandes ocasiones, con el mantel de navidad, rojo con ribetes dorados, las velas de navidad, las copas de cristal que les regalaron sus tíos de Canarias cuando se casaron y los cubiertos de plata. 

Y cuando empezaban a llegar todos, la casa normalmente ordenada y silenciosa pasaba a ser una fiesta, un caos, un maravilloso caos, con besos y abrazos enormes que llenaban el alma. 

María no entendía por qué Germán se había tenido que ir y perderse todo esto. Y dejarla sola. Con lo bien que estaban ellos dos, el uno para el otro, después de más de cuarenta años trabajando, todo el día fuera de casa, ahora con los hijos ya mayores con los primeros nietos… “No Germán, no. Esto no lo habíamos planeado así. Nos tocaba disfrutar”. 

Sus hijos siempre le decían: “Sé fuerte mamá”, pero ella no entendía por qué tenía que serlo. Nunca lo había sido especialmente y ahora, tras la muerte de su marido, le costaba mucho más. Así que cuando por fin se sentó en el sillón al lado de la ventana, las gotas de lluvia en el cristal se confundieron con las lágrimas que caían por su rostro.   

Se debió de quedar dormida porque cuando abrió los ojos, fuera en la calle, ya era de noche y dentro en su casa también. Se levantó como si llegara tarde a algún sitio y empezó a encender luces por toda la casa. Sonó el timbre de la puerta. “El portero pidiendo el aguinaldo, seguro. Menos mal que preparé ayer el sobre”. 

¡¡¡Feliz Navidad!!! Y allí, en el descansillo, apiñados porque casi no cabían, aparecieron sus hijos y sus nietos. Y el pequeño Germán el primero, delante de todos:

-       Abuela, ¿habrás comprado turrón de chocolate?

 

sábado, 13 de marzo de 2021

MARÍA

#HistoriasDePioneras

Cuando pienso en una mujer pionera, sin duda viene a mi cabeza la imagen de una mujer de otro tiempo, a la que evidentemente no conocí, pero es como si lo hubiera hecho. En su época no existía la fotografía, pero es la mujer de la que más imágenes existen en el mundo. Era callada, pero es la mujer con las que más personas han hablado en su vida. No se le conocen muchas frases, pero las pocas que conocemos han salvado la vida de millones de personas.

Sé que hoy en día no está de moda hablar de María y que no encaja con el tipo de pionera que el hombre y la mujer modernos nos están forzando a crear en el imaginario de nuestra época. María, sin necesidad de apellidos, mujer judía que vivió en tierra de árabes y es madre de los cristianos.

Y es que ella, sí que fue libre cuando las mujeres no lo eran. Y fue libre para decir sí, el sí más importante que ha dado nunca una mujer en la historia. Obedeciendo, permitió entrar en la historia al libertador. No era activista, pero actuó. Siendo sencilla se puso al frente de un grupo de hombres que andaba perdido. Servicial y humilde, hoy la habrían etiquetado de sumisa, ama de casa y demasiado pendiente de su hijo. Nada destacable según el patrón moderno de modelo de mujer. Pero María no fue una mujer a imitar, sino La Mujer. Pionera no sólo para las mujeres de ayer y hoy sino para toda la humanidad.

 RAFA JOTA

sábado, 23 de enero de 2021

Pedro, mi profesor de Historia

#MiMejorMaestro  

El desconcierto reinaba en el aula apenas un minuto después de haber salido la profe Teresa, “La Pelos”. Nadie hubiera dicho durante la clase de Lengua que ella impartía, que ese grupo de chicos y chicas tan aparentemente modositos y atentos a las explicaciones, podría convertirse, en tan poco tiempo, en una manada de fieras vociferantes y con un alto grado de descontrol. Pero el colegio era así, un lugar increíble donde aprendías, te divertías y crecías, pero también una pequeña jungla en donde cada uno representaba su papel, y en donde los más fuertes mantenían su fama a costa de lo los más débiles. Y a Nico en esta vida, hasta ese momento, le había tocado ser de los débiles. Por eso, en esos momentos de caos y confusión que eran los cambios de clase, Nico trataba de pasar desapercibido haciéndose pequeño, casi invisible, escurriéndose en la silla y sin moverse de su pupitre. Pero ese día no le había salido bien su estrategia, y estaba siendo la diana favorita del concurso de bolazos de papel mojado con el que Vargas, el repetidor, y sus amigos pasaban el rato hasta que el siguiente profesor entrara en clase. La angustia de Nico se veía acrecentada ese día porque además, en ese primer año en que en su clase había chicas, su amor platónico Laura, contemplaba la escena con una expresión apenada, quizás sorprendida de que Nico no se defendiera.

El volumen del vocerío se redujo de forma drástica cuando Pedro, el profesor de Historia, entró por la puerta. Nico agradeció inmensamente en su interior la autoridad que imponía Pedro. Este, a pesar de su andar defectuoso que hubiera dado lugar a un mote evidente, era uno de los pocos profesores que se había ganado el respeto general de los alumnos de 1º de BUP ese año, y, por tanto, había esquivado hasta ese momento el ser merecedor de un sobrenombre. Pero para Nico, y posiblemente para muchos de ellos, Pedro no era solo un profesor de Historia. Pedro les trataba como adultos, y les enseñaba la historia como si él hubiera estado allí en épocas tan diferentes como el Paleolítico, la Grecia Clásica, la Roma de los emperadores, la Florencia de los Medici, la Castilla y Aragón de los Reyes Católicos, la Europa de Carlos I, la América de Cristóbal Colón, la Francia de la Revolución Francesa, la Rusia de los zares o la Europa de las guerras mundiales.  

Pero, sobre todo, para Nico lo mejor de Pedro era que se sabía su nombre. Ningún profesor desde que tenía memoria le llamaba por su nombre, por lo que se había acostumbrado a que le llamaran González. Pero el profesor de Historia, Pedro, le llamaba por su nombre: Nico. Y esto, a él le hacía sentir importante. Por eso aquel día, cuando se oyó en mitad del silencio que se había logrado de forma casi inverosímil en aquella aula: “Nico, ¡enhorabuena!, tu trabajo sobre el Cantón de Cartagena, ¡ha sido magnífico!”, a Nico se le olvidó de forma instantánea el recuerdo de los malos momentos vividos en el último cambio de clase. Incluso le pareció ver de reojo que a Laura se le formaba una sonrisa que la hacía aún más bella.

RAFA JOTA

jueves, 24 de diciembre de 2020

NADIE DEBE ESTAR SOLO EN NAVIDAD

 #UNANAVIDADDIFERENTE 

A María no le gustaba la Navidad. Bueno, en realidad lo que no le gustaba era todo lo que se suponía que había que hacer y sentir en Navidad. Porque, en el fondo, aquello de que había nacido un Niño en un portal y que ese Niño era Dios, eso sí le gustaba. Porque ella era de pueblo, y de pequeña tenía que dar de comer y abrevar a las vacas de su padre. Y se imaginaba que el portal de Belén, debía haber sido muy parecido al pajar que ellos tenían junto a su casa. Sus padres muchas veces habían acogido a gente que pasaba por ahí, y al igual que a la familia de Nazaret, les habían ofrecido el pajar para pasar la noche.

Por eso María, cada uno de diciembre, sacaba de un cajón de la cómoda un pequeño belén que había comprado hacía muchos años en el mercadillo de su barrio, y lo ponía encima de la mesa camilla de la sala de estar de su casa.

Pero ésa era la única señal en casa de María de que era Navidad. Además, esto de la pandemia le había venido fenomenal, porque así no tenía que andar dando explicaciones a las vecinas de su edificio de por qué salía tan poco. No le gustaba salir sin su marido, y su Pepe, ya hacía diez años que la estaba esperando, en donde fuera que estuviesen los mecánicos jubilados cuando se morían.

Desde entonces se había quedado muy sola en su piso de la ciudad, y en realidad, se había quedado muy sola en el mundo. Claro que le hubiera gustado tener chiquillos, pero algo debía funcionar mal porque nunca pudieron tener un hijo. Por eso, tampoco le gustaban los niños de los demás.

Y de esta forma María trataba de pasar la Navidad de este año, que todos decían que iba a ser diferente, aunque para ella iba a ser igual que todas las anterores. En el fondo se alegraba un poco de que el resto de mundo tuviera que pasar una Navidad parecida a la que ella pasaba siempre: sin excesos, sin alegría, sin reuniones familiares, …. “Para que se enteren” pensaba para sí.

Para acabar de fastidiarla, este año se habían mudado al piso de enfrente, en su mismo rellano, una pareja con dos niños pequeños, que habían transformado un piso tan viejo y feo como el suyo, en un espectacular apartamento con todo nuevo: suelos, cocina, paredes, muebles, … Por lo poco que María había podido entrever cuando coincidían en el rellano y abrían la puerta, era algo precioso. Le habían invitado a pasar un par de veces, pero la orgullosa María no estaba dispuesta a reconocer que ese piso era mejor que el suyo. “Pobre, pero digna” pensaba ella.

Y además por lo que se veía, les encantaba la Navidad, porque tenían la puerta decorada con estrellas, guirnaldas y ¡hasta habían puesto un reno lleno de lucecitas en el rellano! Y esos niños, todo el día corriendo y chillando. “Qué mal educados los tienen. Si mi Pepe y yo hubiéramos tenido hijos, ¡a esos sí les hubiéramos educado nosotros bien!”

Eran ya la seis de la tarde del día de Nochebuena, y María se sentó en la salita, junto al teléfono, con la esperanza de que alguna de sus amigas del pueblo o alguna de sus primas que todavía le quedaban, se acordaran de ella aquella noche. Pero fue en vano. Oyó que le había llegado un mensaje al teléfono y lo cogió rápidamente. Su rostro cambió cuando comprobó que era su compañía de teléfonos que le deseaba feliz navidad.

Se quiso convencer de que era una noche como cualquier otra, y decidió apagar la tele, ponerse el pijama y la bata y tomar cualquier cosa de la nevera para cenar. Se disponía a entrar en su dormitorio cuando sonó el timbre de la casa. “Seguro que la familia feliz se ha olvidado algo y me lo quieren pedir. Mucho piso y poca cabeza” rumió entre dientes.

Abrió la puerta.

-      Señora María, dicen mi papá y mi mamá que si quiere cenar con nosotros esta noche 

María no sabía qué decir. 

-      Es que como este año nos han dicho que solo podemos ser seis, y mis abuelos tienen miedo de contagiarse, pues van a quedarse en su casa. Y no queremos cenar solos… ¿vendrás?

 A María le salió una sonrisa en el alma y otra en la cara.

 -      Sí claro. Muchas gracias bonito. Ahora voy. Nadie debe estar solo en Navidad.

 

RAFA JOTA

miércoles, 23 de diciembre de 2020

LA ABUELA

 #UNANAVIDADDIFERENTE 

Estaba seguro de que esta Navidad iba a ser diferente, por lo de las mascarillas, lo de no juntarse más de seis y todo eso… pero todavía no sabía hasta qué punto iba a ser diferente de verdad.

Hasta el veintitrés todo había transcurrido más o menos con normalidad: nosotros trabajando, los chicos con exámenes y clases virtuales, algo de compras navideñas, otro año sin que nos tocara la lotería, …Pero una llamada esa tarde trastocó todos los planes: ¡¡¡a la abuela la habían ingresado en el hospital!!! ¿Cómo podía ser? ¿Sería el virus ése? Parecía que no, pero la realidad es que le costaba respirar y la tuvieron que llevar a urgencias.

Cuando Martita, nuestra hija pequeña se enteró, lo primero que dijo fue:

-      La abuela lo ha hecho a propósito, porque no le gusta la Navidad 

Y no le faltaba razón. A mi madre no le gustaba celebrar la Navidad desde que mi padre había fallecido hacía tres años. Y no se lo poníamos fácil, porque como tenía tres hijos y doce nietos, no le dejábamos opinar y todas las Nochebuenas nos presentábamos los dieciocho en su pequeño piso del centro. ¡¡¡No sabíamos cómo lo conseguíamos, pero siempre cabíamos todos!!!

 Este año ya habíamos decidido, bueno en realidad lo habían decidido otros por nosotros, que sería una Navidad diferente, porque no nos podríamos juntar y cada familia celebraría la Nochebuena y la Navidad por separado.

 Fuimos mi mujer y yo corriendo al hospital donde nos encontramos con mis hermanos. Imposible entrar a verla. El médico nos dijo que estaba estabilizada pero que se tendría que quedar un par de días en el hospital. ¡¡¡Un par de días!!! ¡¡¡el 24 y el 25!!! Menuda faena, ¡tendría que pasar la Navidad sola en el hospital!

 Cuando se lo contamos a nuestros hijos, se quedaron fastidiados y protestaron. Se fueron a sus habitaciones y montaron una video con sus primos, en la que poder desahogarse y protestar.

 Al día siguiente, el 24, ya nos habíamos resignado a pasar cada uno la Nochebuena en su casa y mi madre en el hospital, así que la visité por la mañana en su habitación. La encontré bien, serena, algo triste:

 -      Este año sí que me hubiera gustado celebrar la Navidad todos juntos – me espetó cuando ya me iba

La verdad es que conforme se iba acercando la hora de la cena, una sensación extraña se fue instalando en casa. No había ni ruidos. ¿Qué raro? ¿Qué estarían haciendo los chicos?

Eran ya los ocho cuando sonó el teléfono. Era del hospital. “Vamos enseguida” acerté a decir. Cogimos los abrigos rápido y salimos mi mujer y yo corriendo para allá.

Al llegar, la escena era aterradora: mis cinco hijos con sus otros siete primos, todos con heridas de mercromina en brazos y piernas, y con mochilas llenas de comida, pretendían ser atendidos en urgencias. Los muy cobardes habían dejado a la pequeña Martita frente al médico:

-      ¡Queremos que nos curen y nos lleven a la habitación 218 para recuperarnos!

Sin necesidad de sobornar a nadie, y como era Nochebuena, les dejaron subir un momento a ver a la abuela, que, saltándose un poco las normas, les abrazó y besó uno por uno.

Sin duda había sido una Navidad diferente, pero había sido Navidad.


RAFA JOTA

 

domingo, 20 de diciembre de 2020

HE VUELTO¡¡¡

Estimados lectores,

Ya casi ni me acordaba de que tenía un blog. Lo titulé "Intentando escribir mi primera novela" en 2015, publiqué el último post en 2016 y ahora, justo antes de que termine 2020, me acuerdo de él y lo rescato del baúl de los propósitos incumplidos.

Por el camino han pasado muchísimas cosas, que no me atrevería ahora a enumerar. pero gracias a Dios sigo por aquí vivito y coleando, y con el mismo propósito entre otros: escribir mi primera novela. Sigo intentando hacerlo, y de hecho ayer terminé la primera revisión de la que espero sea una realidad. 

Pero además, ¡¡¡traigo buenas noticias!!! Dado que una novela es un bocado muy grande, hace unos meses se me ocurrió escribir un Midrash, un cuento que busca tener alguna enseñanza contando alguna historia.

Para ello, tomé una idea que hacía años que le daba vueltas: ¿qué pasó con los regalos que los Reyes Magos le hicieron al Niño Jesús en Belén?

Y de ahí nació un librito de veinticuatro páginas que se llama "Los tres cofres", que he publicado en Kindle Amazon, y que sobre todo pretendía ser mi primera publicación y un regalo a mis padres, a mi mujer y a mis hijos, a quien va dedicado. Esto es muy interesante porque todavía hoy dos de mis hijos no lo han leído, lo cual muestra las distintas sensibilidades que son posibles que aparezcan en una misma familia.

Estoy un poco alucinado porque he vendido ya 40 unidades, y la verdad es que me voy a gastar más en cervezas invitando a todos mis amigos, familiares y hermanos de comunidad que lo han comprado, porque es increíble lo poco que te da Amazon por cada copia vendida (¡¡¡veinte céntimos!!!).

Así que si alguno se anima a comprarlo que lo haga en formato electrónico, ¡¡¡que es más barato y me gano más!!!:

LOS TRES COFRES: Un cuento sobre los regalos de los Reyes Magos a Jesús
por Amazon Media EU  S.à r.l.
Más información: https://www.amazon.es/dp/B08B5JBCZG/ref=cm_sw_em_r_mt_dp_Rw63FbD8VK3ZC


Hasta la próxima,

RAFA JOTA

sábado, 2 de julio de 2016

AMAR CUANDO VIAJAS

Estimados lectores,

los pocos que me seguís (tengo la ingenua esperanza de que algún familiar cercano todavía lo haga) sabéis que ya solo encuentro tiempo para escribir una entrada en el blog cuando viajo. 

Pues bien, llevo varias semanas viajando y creo que en este vuelo Zurich-Madrid tengo que romper la racha de pereza que ha atrapado desde hace semanas al Rafa J. escritor. 

El otro Rafa J. va como una moto de un sitio para otro creyendo que hace muchas cosas y además que éstas son muy importantes. Pero menos mal que tengo varios alter ego que me hacen darme un baño de realidad cuando llego a casa. Menos mal que tengo mujer e hijos que, aunque venga de firmar un contrato millonario con unos señores muy importantes que hablan un idioma que yo no domino, me apremian por saber si les he traído chocolatinas o si les voy a llevar mañana a la excursión en bici. 

Estoy casi seguro que dentro de diez años recordaré el contrato millonario como un hito en mi carrera profesional, pero también estoy seguro de que si no llevara a mis hijos a la excursión, dentro de diez años tendría algo pendiente por hacer. Y eso no lo compensaría ni veinte contratos como el firmado hoy. 

San Juan, el discípulo favorito de Jesús, el único que no murió martirizado, en sus últimos años en la isla de Patmos sólo decía a sus discípulos una cosa: Amaos entre vosotros. Era como una obsesión. 

Amar cuando viajas, con los que tratas y a los que has dejado; y amar cuando vuelves, sobre todo cuando vuelves...

Hasta la próxima,

RAFA JOTA